Es uno de los máximos ejemplos del poder que, en la Edad Media, alcanzó
la Orden de Calatrava, a la que el Rey Fernando III el Santo encomendó
la protección de la frontera occidental del reino de Jaén frente al
reino nazarí de Granada. El castillo, uno de los mejor restaurados de
España, cuenta con un centro de interpretación dedicado a su evolución
histórica y, en especial, a la etapa que estuvo ocupado por los
monjes-guerreros.
Entre los siglos XIII y XIV, Alcaudete se convierte en un enclave de
vital importancia dentro de la frontera con el reino nazarí de Granada.
De hecho, la pugna entre musulmanes y cristianos por hacerse con tan
codiciada plaza fue una constante, aún después de la batalla de las
Navas de Tolosa. Finalmente, se encarga a esta orden militar el control y
la defensa de la frontera occidental del Reino de Jaén y serán los
monjes calatravos los que levanten este castillo sobre la base del
antiguo fortín árabe. Desde aquí se abastecerán y saldrán las tropas que
van a participar en incursiones en territorio musulmán y aquí volverán
también en busca de resguardo y aposento.
Los monjes mantienen dos de las tres
puertas que en la etapa árabe daban acceso al recinto: la puerta
principal, en la zona norte, defendida por dos torres, y la poterna o
puerta falsa, situada en el extremo sureste, de tamaño más reducido y
protegida también por una torre conocida como la Torre del Reloj.
Una vez dentro del recinto, el aspecto
del castillo de Alcaudete es muy similar al que tendría hace ocho
siglos. El minucioso trabajo de restauración llevado a cabo ha hecho
posible que buena parte de las edificaciones y estructuras de la
fortaleza hayan recuperado el aspecto que debieron tener entonces. El
recinto cuenta con tres aljibes, sobre uno de ellos, el ubicado junto a
la puerta principal, se sitúa el cuerpo de guardia, encargado de
controlar el acceso al castillo y comunicado directamente con el adarve
de los lienzos de la muralla. Llamados también caminos de ronda, estos
pasillos eran solo frecuentados por la guardia que, de este modo, podía
recorrer todo el recinto y acceder a las seis torres que lo defendían.
El de Alcaudete es uno de los castillos donde mejor se puede apreciar
este tipo de estructura.
En la zona sur del perímetro amurallado se encuentran las caballerizas,
recuperadas hoy día como sala destinada a la celebración de actividades
varias, y la sala capitular, situada justo encima de estas últimas.
Pero, entre todas estas edificaciones, en el centro de la fortaleza y en
el punto más elevado del cerro, destaca la espectacular Torre del
Homenaje, símbolo del poder de la Orden, imponente por sus dimensiones
(22 metros de altura y muros de hasta tres metros de grosor) y
prácticamente inexpugnable por la dificultad de su acceso. En ella,
además del aljibe y el almacén para guardar los víveres, en la última
planta, se localizaba la residencia del comendador.
Tras la toma de Granada y el fin de los conflictos armados, el castillo
perdió su función militar para convertirse en residencia al ser
entregado al señorío de los Fernández de Córdoba. Los señores de
Alcaudete colocan sobre la puerta principal sus escudos heráldicos, aún
visibles, y acometen numerosas reformas que afectan prácticamente a
todas las edificaciones del castillo, incluida la Torre del Homenaje,
cuya primera planta se transforma en un salón con chimenea, mientras que
la segunda, antaño uno de los espacios más importantes del castillo, se
convierte, curiosamente, en un palomar. Asimismo, los nuevos
propietarios construirán nuevas dependencias en el recinto, entre ellas
las propias de una residencia palaciega con una gran escalera imperial
de las que hoy poco se puede ver ya que, los continuos expolios y,
después, el terremoto de Lisboa de 1755, acabaron por derruirlo.
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