El castillo poseía un foso excavado, sobre el que recae un frente
cerrado y flanqueado por dos recios torreones que defienden el punto más
vulnerable de la obra. La planta se descompone en dos cuerpos,
desiguales en cuanto a los espesores de los muros que corren a uno y
otro lado bordeando las alturas con torres cuadradas y unos lienzos
quebrados, finalmente adaptados a lo que el terreno les obliga.
Durante buena parte del siglo XV el castillo perteneció al Condestable
de Luna, como Maestre de Santiago, quien lo cedió a su hijo bastardo don
Pedro, que en las crónicas suena bastante como señor de Fuentidueña.
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