Ubicado
al Este de la ermita de la Cruz, el castillo de Quesa se asienta sobre
un enclave rocoso y escarpado, lugar estratégico desde donde se
controlaba el transito hacia las tierras del interior remontando el
cauce del Escalona. De origen musulmán, su construcción se remonta a los
primeros siglos del segundo milenio. Los lienzos de muralla que todavía
se observan adivinan lo que en su día fue el torreón y la torre vigía,
así como el aljibe que preside el patio interior, esculpido en la roca, y
que abastecía de agua a los que buscaron refugio en la fortaleza.
A lo largo de los
siglos, el castillo de Quesa fue cambiando de manos en función de quién
dominaba la villa. En mayo de 1.356, ya en época cristiana, Pedro de
Jérica acordaba la venta de los castillos de Navarrés y Quesa por
160.000 sueldos en moneda de reales valencianos a María de Cardona,
esposa de Alfonso Roger de Lauria. Llegados al siglo XVII, bajo la
titularidad esta vez de Luís Castellá de Vilanova, los moriscos rebeldes
a cumplir las órdenes de expulsión de Felipe III presentaron batalla en
las montañas del interior de La Canal, cometiendo el error de no
defender la plaza fortificada de Quesa. Cuatro mil hombres procedentes
de los tercios del reino y de Lombardía llegaron a las puertas
del municipio el 14 de noviembre de 1.609. En la villa tan sólo
encontraron cuatro familias de cristianos viejos, y, aunque no hay
constancia de ello, es muy posible que las tropas de don Juan Pacheco
arrasaran el castillo para evitar futuras complicaciones. Estudios
arqueológicos documentaron restos de carbón en las estratigrafías más
bajas, lo que demuestra que el fuerte sufrió un incendio devastador en
el pasado. El 23 de marzo de 1.748, el terremoto que asoló la zona debió
de asestar el último golpe a la fortaleza, despojándola definitivamente
de vida.
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