En un extremo del parque de la Medialuna se alza una de las antiguas
fortificaciones o medialunas que defendían la ciudad y protegían las
murallas: el fortín de San Bartolomé. Recientemente restaurado, fue
construido en el siglo XVIII para fortalecer las defensas de la ciudad, y
aunque desde el exterior los fuertes muros lo convierten en una
fortaleza triangular, una vez que se cruza la puerta metálica el
interior forman una inconfundible medialuna.
Rodeado de árboles y
jardines, y situado junto a un privilegiado mirador sobre el río Arga,
hoy en día alberga el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de
Pamplona, inaugurado en 2011 después de más de un año de
rehabilitación. Lo que durante siglos fue el primer punto de ataque de
la ciudad por el sureste, con bóvedas y pasadizos en su interior, hoy en
día recrea batallas y revive la centenaria historia de los gruesos
muros de la ciudad, de más de cinco kilómetros de largo. Por ello, el
recinto fortificado se ha convertido en un pequeño museo de 220 metros
cuadrados, enclavado en pleno corazón de la muralla, cuyos contenidos se
dividirán en a lo largo de cinco espacios abovedados, pertenecientes a
las antiguas casernas que existían en el interior del fortín y que
servían como almacén de pólvora, víveres o lugar de descanso para los
soldados que permanecían vigilantes.
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