Se sitúa Cetina en el valle del Jalón, junto al río, ocupando su casco
antiguo la falda de una suave colina en cuya parte alta se levanta el
castillo-palacio. En la noche del 19 de mayo, durante las festividades
de San Juan Lorenzo y Santa Quiteria, se celebra la “Contradanza de
Cetina”, danza de origen religioso en torno al diablo que parece tener
sus orígenes en el dance de San Juan Lorenzo que se bailaba en el siglo
XVI. Es ejecutado por nueve personajes con vistosos trajes y máscaras en
blanco y negro que, al ritmo de clarinete y tamboril, danzan
acompañados de antorchas encendidas. Se trata de un espectáculo
compuesto por mudanzas, en la última de las cuales muere el diablo
asesinado por los danzantes, resucitando más tarde en un apoteósico
final, en resumen un espectáculo que bien merece un desplazamiento hasta
la localidad.
En
lo referente a la historia de Cetina, la villa fue conquistada por el
Cid durante sus correrías por el valle del Jalón y figura en el Cantar.
Estuvo por un corto período de tiempo bajo la jurisdicción de la Orden
del Hospital por permuta en 1182 del rey Alfonso II por otros bienes de
la Orden en tierras aragonesas. En el último cuarto del siglo XIII ya
aparece como perteneciente a la Corona. En 1362, durante la Guerra de
los dos Pedros, la localidad es conquistada por tropas castellanas. En
1395 Juan I vende la villa y el castillo a Juan Fernández de Heredia con
derecho de retroventa. Finalmente en 1410 Martín I lo vende a Gonzalo
de Lizán, quedando desde entonces adscrito al señorío de esta familia.
Del
primitivo castillo construido por orden de Pedro III en el siglo XIII,
solamente resta la Torre del Homenaje situado al este del conjunto. De
planta rectangular, es de piedra sillar salvo la parte alta donde se
abre una galería de arcos de medio punto en ladrillo. El resto del
castillo se encuentra muy modificado por las obras que se realizaron a
partir de su pase a poder de los Liñán, desapareciendo poco a poco los
elementos defensivos y añadiéndose reformas y ampliaciones en estilo
gótico tardío, renacentista y mudéjar, que le dieron su actual aspecto
de castillo-palacio que ha perdido su carácter militar para convertirse
en residencial.
Las
obras que aquí nos interesan corresponden al siglo XV, cuando se
efectúa la remodelación más importante del edificio, y se centran en
varios alfarjes y la capilla situada en el lado norte de la planta
noble, popularmente conocida como Capilla de Quevedo por haberse casado
en la misma en 1634 Doña Esperanza López de Mendoza, viuda de Juan
Fernández de Heredia y Liñán, con Don Francisco de Quevedo, que contaban
con 52 y 53 años respectivamente. Fue durante su estancia en el palacio
cuando comenzó a escribir su obra “ La virtud militante contra las
cuatro pestes del mundo: Envidia, Ingratitud, Soberbia y Avaricia ”.
Delante
de la capilla hay una pequeña sala que abre al norte mediante un gran
ventanal en arco rebajado con poyos de asientos adosados a las jambas en
los laterales del ancho muro, al estilo de las ventanas medievales.
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