Su planta escuadrada, de 35 metros de lado. Fue reconstruido en la segunda mitad del siglo XV con buena piedra de sillería.
El lienzo correspondiente a la antigua muralla fue sustituido por un
muro mucho más ancho y elevado para intentar compensar la cercana
presencia de un padrastro desde donde podía ser batido con facilidad.
Cuenta con almenas a ambos lados, y en sus extremos se levantan la torre
del homenaje, de gran altura y tamaño, y la torre de Malpique,
desaparecida a principios del siglo pasado como consecuencia de un rayo.
Las otras dos esquinas están protegidas por sendas torres de planta
cuadrada, en las que unas molduras marcan sus distintos niveles. Las
ventanas tienen arcos geminados. Todo el recinto presenta almenas y
cinco garitones similares a los existentes en los castillos de Portillo
(Valladolid) y Villalonso (Zamora).
La torre del homenaje es mucho más sobria. La entrada a la misma se
realiza a la altura de la primera planta, actualmente por medio de una
escalera de caracol externa, aunque inicialmente se accedía a ella por
medio de una pasarela. El piso bajo, usado como depósito o mazmorra,
sólo era accesible desde el primer piso, desde el que una nueva escalera
de caracol, en este caso empotrada en el muro, permite subir tanto a la
segunda planta, cubierta con doble bóveda de crucería, como a la
tercera, donde existen dos puertas que comunican con el adarve y están
defendidas por medio de ladroneras situadas encima de las mismas. La
cuarta planta también está cubierta con bóveda de crucería, y se llega a
ella por medio de una escalera de madera, mientras que la que comunica
con la azotea está construida intramuros.
En la fachada que da al pueblo se localiza la puerta principal del
recinto interior. Está formada por grandes dovelas bajo el escudo del
duque de Lerma y protegida por dos hermosas garitas. Había una segunda
entrada, junto a la torre del homenaje y protegida por una tronera,
formada por un estrecho pasillo con dos puertas, y que comunicaba con el
exterior del recinto amurallado. Este acceso fue eliminado al
construirse la escalera de caracol que permite subir a la torre.
El recinto interior tiene adosado un edificio con tres alas en torno a
un patio porticado formado por arcos rebajados que se apoyan en columnas
octogonales. Estas dependencias palaciegas cuentan con bellos
artesonados de madera y las puertas y ventanas de los salones se han
decorado con adornos góticos. En la planta baja se pueden apreciar las
dependencias correspondientes a las caballerizas, la cocina, el cuerpo
de guardia y almacenes.
Una barrera externa con cubos circulares rodea al castillo en los tres
frentes internos a la villa, uniéndose a la muralla en los cubos de la
misma. Está construida con sillarejo y preparada para el uso de
artillería. A la puerta principal, en línea con la entrada al recinto
interior y flanqueada por dos cubos artillados, se accedía por medio de
un puente levadizo, ahora reconstruido. El conde de Salvatierra ordenó
su construcción en 1538 para salvar el foso que rodeaba la barrera y del
que aún quedan vestigios. Dos portillos en la barrera permitían,
mediante escaleras interiores, el descenso al foso.
De la muralla que rodeaba la villa, sólo se conservan en pié algunos
cubos de gran altura, correspondientes al siglo XIII. Esta cerca
enlazaba con la fortaleza y con la iglesia de Santiago que perteneció al
castillo.
Como curiosidad, indicar que a finales del
siglo XIX las dos torres y el lienzo con los dos garitones situados en
el frente principal del castillo tuvieron tejado por encima de las
almenas.
El castillo fue abandonado después de la invasión
francesa, y en 1960 lo adquirió Eugenio Fontaneda, quien lo restauró y
convirtió sus salas en un interesante museo en el que se puede
contemplar una de las más importantes colecciones privadas de arte
antiguo de España, con muebles y decoración de la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario