Su nombre viene a significar "el pequeño castillo de don Vela". De su
antigua fortificación aún se conservan las ruinas sobre una pequeña
elevación del terreno que no llega a los 5 metros de altura como cota
más alta. En esta parte, que se corresponde con el exterior de la
población, se alzan los restos más importantes. Se trata de un lienzo de
piedra, de 17,40 metros de longitud que en su lado izquierdo, a partir
de los 13, tiene una sección curva. Su grosor es de 92 centímetros.
Descansa sobre un zócalo de sillarejo que se adapta al terreno, con 1,70
de altura máxima, sobre el que aún se alza una pared de sillería de
3,50.
Este muro, que forma parte de la vivienda o casa fuerte, presenta dos ventanas abocinadas, de diversas medidas, que contaron con dos barrotes verticales cada una. Se encuentran en lo que fue la segunda planta de una edificación de forma rectangular, salvo la esquina de forma curva como se ha indicado anteriormente. El interior también está construido en sillería hasta la altura correspondiente a la mitad de las ventanas que pasa a ser de mampostería.
El frente de este edificio, que da
al interior del castillo, está construido con ladrillo sobre una base de
piedra y una anchura de medio metro. Sólo se conservan restos hasta la
altura del primer piso. En el interior hay paredes de tapial de hasta 1
metro de ancho.
A continuación de la sección curva del muro, hay
otro lienzo de 14,90 metros de longitud. En él que se ven las piedras de
una primitiva base sobre la que se levanta un zócalo de sillería hasta
el mismo nivel del descrito anteriormente. Sobre él se levanta un muro
de tapial de cerca de dos metros.
El resto de la muralla que rodea
el altozano es de tapial. Se ve perfectamente su perímetro aunque ha
perdido mucho material y ha desaparecido en algunas zonas, mientras que
en otras se ha reparado con adobes. Desde su escasa altura se comunica
visualmente con los castillos de Belmonte, Meneses y Montealegre.
Escasos
son los datos que conocemos de su historia. Al igual que otros pueblos
de la zona, en tiempo de las Comunidades abrazaron la causa comunera. No
obstante, días antes de la derrota de Villalar, el paso del ejército
imperial al mando del Condestable por las vecinas localidades de Boada y Meneses de Campos
les convenció de que la suerte estaba echada y pensando en librarse de
los posibles castigos, suministraron, a pesar de su escasez, pan, vino y
carne a las tropas, lo que posteriormente les libró de parte de la
contribución impuesta como sanción de Guerra.
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